¿Sabéis eso de "lentos pero seguros"? Pues aquí aplica porque os
teníamos que contar desde hace tiempo una visita-escapada a tierras
asturianas pero no encontrábamos el momento. Esto es así. Menos mal que
tirando de memoria (que anda un poco escacharrada) y de álbum de fotos,
podemos reconstruir y narrar nuestras peripecias por tierras astures.
El objetivo era una desconexión de grado supremo por lo que elegimos un
sitio un poco a desamano. A mi me encantó, un pueblo bucólico con sus
río, sus montañas, sus animales salvajes (un sapo del tamaño de mi
cabeza), con niños jugando en la plaza porque no hay ni salida en el
pueblo, con un tractor aparcado en la puerta... vamos. El paraíso para
un infante de tres años.
A mis padres las carreteras de cabras, los planes de paseos por el
bosque y descubrir la naturaleza en estado puro no les hizo tanta gracia
por lo que al final aprovechamos para hacer eso que se nos da tan bien:
comer, beber, turistear y desvirtualizar gente molona.
Las dos paradas del viaje fueron Gijón, que no conocíamos y Oviedo, del que papis guardan muy buenos recuerdos.
Para afrontar la visita a Gijón hicimos una cosa súper inteligente
(aunque muy de última hora). Tirar de teléfono y preguntar a Carla de Vidas Pixeladas si nos daba una vuelta por su ciudad. Si conocéis su
instagram sabréis que ama profundamente Gijón y además lo conoce súper
bien. Y acertamos de pleno. Nos dio un recorrido kidsfriendly de premio y
encima se trajo a mini pixel para que estuviera entretenido.
Mientras llegaba, que como siempre nos perdemos preferimos hacerlo con
coherencia y hacer tiempo allí, concretamente en el museo del
ferrocarril que pillamos en plena semana del vapor así que pudimos
montarnos en una locomotora molona para dar un paseo.
El Centro, haciendo parada en monumentos, plazas, calles, parques y
miradores de escándalo fue el entretenimiento del resto del día, sumado a
comida típica en tasca de la zona y por supuesto consejos donde comprar
cosas frikis y recuerdos con forma de vaca.
Fue una experiencia improvisada pero muy guay. No habíamos confiado en
la guía experta de ningún colega 2.0 hasta ahora pero la verdad es que
fue un acierto porque además de ser una tía muy maja y desvivirse por
enseñarnos todo descubrimos que puedes pasar un día entero con alguien
que técnicamente no conoces de nada pero que consideras ya un amigo en
toda regla.
Oviedo fue más sencillo, teníamos claras las paradas de rigor:
1. La pastelería de Camilo de Blas para comprar Carbayones.
2. Comer en la Calles Gascona, conocida como "la calle de la sidra" ( y beber), eligiendo nuestro
restaurante favorito de la última vez, Tierra Atur, del que salimos
rodando.
3. Visitar las estatuas, las viejas conocidas como Woody Allen y las nuevas como Mafalda.
4. Pasar por el centro comercial del infernal arquitecto Calatrava para rematar la jornada.
Fue corto pero intenso, jugamos, paseamos, pero sobre todo comimos mucho
y bien para culminar con buen sabor de boca esta escapada que
seguramente repitamos porque queremos ver los lagos, disfrutar de algún
pueblo y seguir charlando con los - ya - viejos amigos.
Muchas gracias a Carla, de verdad no hubiera sido lo mismo sin ellos.
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