Ir de vacaciones... ¡A un barco!

Las últimas vacaciones decidimos elegir el destino en función de algo diferente. No buscamos monumentos, exposiciones o vistas, lo que queríamos era ir a un alojamiento específico, concretamente en un barco.

¿Por que un barco?

Pues porque aquí hay un pequeño enamorado de los barcos deportivos, no os penséis que queríamos una lujosa casa barco, el objetivo era convertirnos en marineros auténticos y vivir en un puerto. La cosa es que al final, tras manejar un montón de destinos posibles nos decantamos por Amsterdam, básicamente porque tenía dos alojamientos concretos que nos hacían gracia. En primer lugar un Hotel Crucero que tenía muy buena crítica y por otro auténticos barcos de paseo. Tras valorar los pros y contras de ambos (básicamente la existencia o no de baño) nos decidimos por el barco de toda la vida. Es verdad que no era la opción ni más céntricas , ni más económica pero resultó una experiencia genial. En primer lugar el trasporte para llegar era un barco gratuito que salía de la estación central , así que tampoco nos repercutía en el presupuesto, y además teníamos un gorro de capitán que teníamos que usar.


Una de las bazas del viaje era que el principal interesado no sabía que nos alojábamos en un barco así que la sorpresa iba a ser mayúscula. Cuando llegamos al puerto un amable señor italiano nos llevó por las instalaciones del puerto, ahí la mente privilegiada del canijo empezó a colapsar. ¿Donde estaba el hotel? Cuando nos metieron en un barco  y nos explicó como funcionaba todo colapsó del todo. Los barcos son como un pequeño aparta hotel con calefacción, cocina y toilet privado, pero para todo lo demás hay que ir al edificio principal: lavadoras, baños completos, incluyendo una bañera con vistas, restaurantes...


¿Que tenía nuestro barco?

Pues le barco tenía una habitación doble y una cama de matrimonio en la salita de estar, una cocina pequeña y un toilet. La cama grande se desmontaba y tenías una mesa con sillas donde comer tranquilamente, como buenos paletos que somos no descubrimos como desmontarla hasta el último día y así hicimos un picnic en la cama  de paso nos asomábamos por las ventanas (o claraboyas) lo que hacía las delicias del mas pequeño y de nuestro vecino holandés y su bicicleta que se partía de la risa al ver aparecer la cabeza con el gorro de capitán. Además contábamos con la sala de entrada o también llamado puente de mando donde Miguel estaba con el volante todo el día y un acceso a cubierta por una puerta por donde entraba y salía constantemente.

No os voy a engañar, a pesar de que inicialmente se enfadó mucho por no saber que dormíamos en un barco, después era imposible sacarle a hacer turismo emocionado por la idea de que dormía en un barco.

¿Es cómodo?

En la maleta llevamos biodramina porque somos así de pupas y aunque era una idea a priori divertida era posible que fuera una catástrofe. Pero no se notaba para nada y no nos mareamos mucho, a pesar de que era invierno y algún día llovió- Quizás era por que el puerto en realidad está metido en tierra y no en mar así que no contéis con esta experiencia como un dogma de fe, dependera de vuestro destino.

Lo que más nos preocupaba era la idea de tener que ir al edificio principal para la ducha pero al final no fue tan grave. Era toda una aventura y lo pasamos bastante bien yendo a investigarlo todo.

No cocinamos en la cocina, aprovechamos para desayunar las crepes y comer las delicias de la gastronomía holandesa y cenamos en nuestro particular picnic con quesos, sandwich y postres locales. Por supuesto teníamos nevera así que podíamos comer y beber lo que quisiáramos sin problemas.

La zona del puerto era muy segura y además los habitantes eran casi todos autóctonos así que le daba muy punto muy divertido. Nos sentimos muy cómodos y no pasamos ninguna necesidad, ni  frío, que eran cosas que nos preocupaban algo al planificar el viaje.

Cerca del puerto teníamos un HEMA con zona de super y como pasábamos por la estación central podíamos comprar antes de regresar todos los días.

¿Qué hemos aprendido?

Que a veces lo que cuenta es la experiencia, incluso más que el viaje. A veces nos obcecamos en buscar destinos glamoursos y alojamientos divinos,... pero a los niños lo que les gusta y van a recordar toda la vida son estas pequeñas cosas. Para muestra un botón, dale al PLAY y disfruta de una visita a nuestro barco y alguna de la visitas que hicimos y que os contaremos más detalladamente.

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